lunes, 7 de noviembre de 2016

La espada en la actualidad



Bibliografía: “La espada en la actualidad” por el Capitán de Caballería Luis Carvajal. Marqués de Puerto Seguro. 1) Dedicada por el autor al Arma de Artillería. Impresa por Artes Gráficas Mateu. Paseo del Prado 30. Madrid, 1910.

Comprende un estudio preliminar y III partes en 76 páginas e información gráfica compuesta por 72 láminas consistentes en fotocromolitografías, tomadas del natural de la colección propiedad del autor. Ejemplar dedicado y firmado por Luis Carvajal, Marqués de Puerto Seguro. 


                                                         por José Luis Mignelli



“…que el poeta, con su fantasía y genio, cante himnos á ese pedazo de metal que inmortalizó á Ciro, á Alejandro, Pirro, Aníbal, los Escipiones, Julio Cesar, Carlos Magno, Federico y Napoleón, …”



                                           Luis Carvajal. Marqués de Puerto Seguro



 Al abordar un comentario sobre esta obra, es preciso considerar ab initio que debió ser concebida y escrita por el autor, a fines del siglo XIX o al despuntar mismo del XX. De ahí que en la introducción preliminar, este señale la circunstancia ineludible del combate cuerpo a cuerpo con armas blancas; señalando que el paso de manufactura artesanal a fábrica en la producción de aquellas, simplificó el trabajo, brindando cantidad, calidad y economía, al relegar arte y ricos materiales a tiempos pretéritos.

Carvajal deriva espada (spatha, épée, sword, schwert y degen, spada), del vascuence “ezpata”, de donde habría sido tomada luego por el latín bárbaro, el español y el griego. Sugiere, que ezpata pudo derivar de ezpaitá, que significa controversia, disputa o pendencia que puede llegar a dirimirse por la espada. 2) Sin omitir destacar la abundante aunque incompleta y fragmentaria bibliografía existente sobre el tema, describe a la espada, incluyendo la terminología equivalente en otros idiomas, como arma compuesta esencialmente de hoja y empuñadura. Distingue en la primera: la punta (spitze y ort, pointe, point), la espiga (soie, angel) y el talón (talon, absatz). En la segunda: el pomo (pommeau, knauf, knob o pommel), el puño (fusée, hülse, spindle), las guardas (gardes, parierstangen stichblaetter, hilts), las contraguardas (contregardes, hinterparierstangen, arrière-hilts) y los brazos (quillons, grosse garde quer – parierstangen, right-hilts). Complementariamente apunta que: patillas (pas d'âne), escusón (écusson, schild), acanaladuras o canales de la hoja (évidemants, blutrinnen), y guarniciones en forma de cesta o en concha, son solo partes accidentales y no esenciales de la espada, pudiendo o no estar presentes conforme a su diseño. Acota por fin a su descripción, que el castellano no posee una palabra propia “genuinamente española” como la francesa “talon”, para designar a esa parte de la hoja; así como “empuñadura y puño” equivalentes y de uso indistinto en nuestra lengua, no lo son en francés que distingue con precisión esos conceptos bajo los términos “poignée y fusée.”


Espada sable modelo Puerto Seguro
para oficial de caballería

Considera el autor como antecedente de la espada a los primitivos instrumentos de corte, filo o corte y filo de la Edad de Piedra, realizados con tibias y cúbitos de animales o trozos de sílex, diorita o cuarcita; núcleos que por su naturaleza no podían alcanzar la mayor longitud exigida por aquella sin riesgo de quebrarse. Señala asimismo la exigua cantidad de armas de cobre existentes en los repositorios, circunstancia que atribuye a su posterior refundición en bronce, a partir de la aleación de aquel metal con el estaño. Estima en definitiva como remoto antepasado de la espada, al cuchillo, el puñal y la lanza, siendo esta última a su juicio el primer intento del hombre por alejar la punta del arma blanca, de la mano que la empuña.

Aborda Carvajal el tema de la espada en la antigüedad, recordándonos que si bien existieron espadas cortas como las de misericordia y las rhambas *) los romanos disponían de una espada larga de punta conocida como gladius, acompañada de una corta consistente en el puñal o pugio. Al respecto dice que fue Vegecio 3) quién distinguirá más tarde entre spathas o gladios mayores y semi spathas o gladios menores. Anota asimismo entre los romanos el término ensis, alusivo a un puñal que databa en su origen de la Edad de Piedra, así como la adopción por estos de la espada ibérica, provista de ancha y corta hoja de apenas 40 cm. y punta cortada formando un ángulo de lados muy abiertos, que en tiempos de César se agudiza. La espada romana no permanece uniforme en el tiempo; bajo Trajano se alarga y bajo los Flavios presenta un solo y agudo filo.4)

Para el marqués de Puerto Seguro la mayor proporción en tipos y perfección de espadas correspondió a Europa, a través de germanos y francos y la menor, pese a su vasta cultura a Egipto y pueblos orientales. Menciona como principal y casi única espada de los egipcios al khopesh (o muslo), consistente en su forma más básica en una cimitarra en forma de hoz, con empuñadura de madera o cuerno; y al sable largo de hoja curva derivado de aquél, arma de guerra que atribuye a los antiguos egipcios, del que solo se conservan en los museos modelos en madera provenientes de consagraciones funerarias. Describe por fin una suerte de puñal hallado en Tebas con hoja de duro bronce y acanalada, provista de empuñadura con asta y marfil, y orificios destinados a albergar los dedos pulgar e índice.

Establece Carvajal un orden de prelación respecto a proporción y variedad de espadas en los pueblos de la antigüedad, que ordena ubicando en un primer grupo a: germanos, griegos y escandinavos, y solo a continuación: romanos, egipcios, galos, etruscos, babilonios, caldeos, asirios y persas.

Respecto de América, observa que la espada mexicana en el siglo XV era todavía de madera, provista de “filos de obsidiana ó espejo de los incas”, variedad esta última de roca volcánica. Permanecían por tanto en la Edad de Piedra en tiempos de la conquista respecto de sus armas ofensivas, aunque utilizaron oro y bronce en los medios defensivos.

A su juicio el primer antecedente histórico relativo al hierro, fue su estima como metal precioso destinado a la fabricación de la espada. Ésta alcanzará su grado más perfecto en el siglo XIII y su época más brillante en el XVI. Describe a la espada posterior a la octava centuria como arma de gran belleza y noble por excelencia, provista de excelente temple y gran dureza, secreto artesanal que se habría perdido por largo tiempo. Se caracterizó por poseer no más de un metro de longitud, cruz de gavilanes rectos y pomo redondo u oval, con hoja de doble filo, un canal central para aligerarla y punta redondeada, ya que estaba destinada a herir de filo. En el siglo XII la empuñadura se alarga y es capaz de albergar una o dos manos, la hoja está vaciada a dos mesas y su punta ojival por la confluencia de los filos es a veces aguda. A partir del siglo XIV el caballero incorpora una segunda espada, la que posee pomo en forma de disco vertical, hoja estrecha aunque ancha en el talón, sección romboidal y dos mesas separadas por una arista que la hace fuerte y rígida. Sostiene que la espada de la Edad Media se caracterizó por su extrema sencillez y ausencia casi absoluta de ornamentación, consistiendo su única riqueza en la calidad del forjado.

Nos introduce a continuación Carvajal en el siglo XVI, en el que la espada experimenta notables cambios, que para algunos autores es signo de progreso y para otros señal de decaimiento, cuando nada útil o sustancial aportan a la misma. Frente a la empuñadura de gavilanes rectos en forma de cruz latina, o levemente inclinados hacia la punta de la hoja, característicos de la Edad Media, l’épée belle incorpora el lazo en resguardo de la mano que la empuña, consolida el pas d’âne (o patillas, que hoy llamamos brazos inferiores de la guarnición), el recazo (como porción diferenciada de la hoja en el que se afirma la mano), así como puentes, guardas, contraguardas y vástagos. Gavilanes diferenciados por su función de guarda y contraguarda, de los cuales el primero se vuelca hacia una hoja plana, provista de doble filo y aguda punta; y el segundo asciende hacia el pomo soldándose a veces con él. Hojas y empuñaduras presentan ocasionalmente la “prise de pouce”, agujero destinado a apoyar y presionar con el dedo pulgar, completándose así un conjunto dispuesto “casi siempre en forma de cuna o cesta.” La daga de mano izquierda, que a veces acompañó al caballero armado de rapier, presentaba empuñadura semejante a la de la espada y hoja provista de uno a cuatro filos. Se la utilizó en forma complementaria con aquél, alternando su uso con un pequeño escudo o rodela, en los llamados combates de armas dobles. La rapiera, cincelada a veces por finos artistas como Durero y portada por caballeros españoles e italianos, evoluciona en España hacia la espada de taza con reborde, a veces calada con el fin de trabar, torcer o despuntar la hoja del adversario; compartiendo su espacio con espadas de cruz sencilla, doble juego de gavilanes o estilo árabe con el arriaz en forma de herradura. Todas ellas serán finalmente desplazadas por una espada de hoja ligera, flexible y sección triangular, llamada incorrectamente carrelet **) en la última parte del siglo XVII. No siendo apta para el combate, aunque si para el duelo, reinará durante todo el siglo XVIII y será recordada por esa razón como espadín dieciochesco. Una variedad de la misma fue el “colichemarde” 5) con el forte o primer tercio de la hoja visiblemente ensanchado. El puño del espadín podía ser de bronce, plata, marfil, ónix, cornalina y aún de porcelana de Saxe. Cuando la taza (destinada a parar los golpes), era también de este último material, no fueron consideradas armas y se las llamó por esa razón “des excuses”, ya que no eran aptas para aceptar un lance entre caballeros. Señala el autor que la caballería de Europa occidental portaba en los siglos XVII y XVIII la espada walona, con hoja recta y de doble filo, así como la claymore escocesa, también de hoja recta aunque provista de uno o dos filos, más una veintena de barras de acero que formando una cesta o canasta, protegía la mano del que la esgrimía. Recuerda asimismo Carvajal como armas de infantería, al montante o espada de dos manos, utilizada todavía por los suizos en la segunda mitad del siglo XV; y a los estoques benditos o papales con que eran obsequiados los caballeros, asimilables a aquél.

Considera el marqués de Puerto Seguro a la lanza como el arma peculiar de la caballería, señalando que solo cabría reemplazarla (circunstancia por la que aboga), por una espada cuya hoja posea señaladas características y que son: larga, recta, poco flexible (es decir relativamente rígida), ligera y bien manejable, no requiriendo así la fuerza y estabilidad en el combatiente que exigen la lanza y el sable. Instrumento este último al que describe con guarnición de hierro o cobre y al que considera arma militar por excelencia derivado de la cimitarra, con cuya adopción se buscó a la vez solidez y economía. Señala que fue el sable (sabel y saebel, sabla, sabre, saber) el arma de los Dacios***) en tiempos de Trajano, considerándolo sin perjuicio de lo expuesto: “la última decadencia en la fabricación del arma blanca.” Sostiene por fin que las espadas de hoja recta reúnen mejores condiciones mecánicas para la acción punzante que las curvas, y tienen por tanto superioridad técnica sobre aquellas. La elección de Carbajal por una espada sable de hoja recta, es coincidente con la tendencia que se insinuaba en el mundo por aquella época. ****)

No disimula el autor su desdén por las armas curvas de los pueblos orientales, señalando que habrían sido los cruzados los primeros en enfrentarlas, sin haber recibido una impresión favorable de ellas. Prueba de esto fue que pudiendo haberlas adoptado como segunda arma, mantuvieron sus dos espadas de hoja recta (una para corte o filo y otra para usar de punta), propias de los pueblos del Norte. Al parecer vieron en lo curvado de las hojas un reflejo de sus desvíos en materia religiosa, señalando que dicha curvatura era exagerada por los artistas en sus obras pictóricas, a fin de acentuar en forma gráfica dicho desvío. Caballeros de la Europa oriental (polacos y húngaros), fueron los primeros en introducirlas, pero solo fue a partir de la Campaña de Egipto, que estas llegaron a aceptarse en Francia de la mano de los generales consulares y del primer Imperio. Partiendo del hecho histórico de que la mayor parte de las espadas observaron forma recta, concluye Carvajal que las curvas de importación oriental, constituyen “signo ó caso de degeneración de aquellas”. Así mismo que su gran masa en el último tercio, acentuada curvatura y extraordinario filo, obedecían a la intención deliberada de mutilar al adversario. Igual menosprecio revela el autor por las medias espadas, el puñal y el cuchillo bayoneta cuando está desprovisto de su astil, a las que por su facilidad de ocultamiento considera armas viles, propias de asesinos, y excluidas por razones de honor del campo de batalla.

Creador del afamado modelo que lleva su nombre, 6) todavía reglamentario en España en sus distintas variantes, no pudo prever el Marqués de Puerto Seguro, que a poco de la publicación de su obra, se iniciaría la Gran Guerra en la que puñales de trinchera, machetes y cuchillos bayoneta, jugarían un papel destacado en los bandos contendientes.

La evolución de la caballería blindada, que puso fin a la contienda, relegaría cada vez más a la espada a un nuevo papel, solo como símbolo del poder militar.


Referencias:

1)    Luis María de Carvajal y Melgarejo. XII° Marqués de Puerto Seguro y Grande de España (1871 – 1937). Autor de “Cosas de Espadas” (1904) y “La espada en la actualidad” (1910),

2)    Cita el autor en su apoyo al Diccionario Trilingüe Larramendi.

3)    Flavio Vegesio Renato. Escritor romano del siglo IV, autor de “Epitoma Rei Militaris” y de la máxima “Si vis pacem para bellum.”

4)    Marco Ulpio Trajano (53 D.C. – 117 D.C.) Creador de la dinastía Antonina, sucesora de los Flavios y emperador entre el 98 y el 117 D.C. La dinastía Flavia (69 D.C. – 96 D.C.) fue iniciada por el general y después emperador Tito Flavio Sabino Vespasiano (69 D.C. – 79 D.C.). Al frente de las tropas romanas cuando la insurrección de Judea, lo sorprendió el suicidio de Nerón en el año 68, siendo finalmente proclamado emperador por las legiones de oriente en el 69.

5)    Recibe su nombre de la deformación francesa del apellido de su inventor, el conde sueco John Philipe Konigsmark, que el autor llama Koenismark.

6)     Se ha dicho que la espada sable de Puerto Seguro modelo 1907/ 18, pudo estar inspirada en una hoja de espada francesa modelo 1896, para dragones y coraceros. Asimismo que fue desarrollada sobre la base de las guarniciones concebidas por el Tte. Cnel. Valdés y cachas de madera segrinada diseñadas por el Capitán de Artillería Robert. Bernardo Barceló Rubí describe con detalle cinco modelos de espada sable Puerto Seguro bajo los números 53/57, destinados respectivamente a: soldado de caballería, oficial de caballería, oficial de infantería, oficial de artillería y resto de las armas. Conforme a cada modelo, las cachas cuadrilladas son de nogal, pasta o caucho duro. (Vid B. Barceló Rubí. Armamento Portátil Español, 1764 – 1939. Librería y Editorial San Martín. Madrid, 1976).


Llamadas:

*) Es curioso encontrar el término misericordia aplicado a la espada, ya que siempre se lo consideró un puñal destinado por los caballeros de la Edad Media, para dar el golpe de gracia a los moribundos (quitapenas), y por otros autores un arma utilizada por malhechores. Iguales conceptos en cuanto a la naturaleza del arma, podría merecer la inclusión de la rhamba, aunque el historiador griego Polibio (201 - 120 A.C.), autor de una Historia General de la que solo se conservan 5 tomos, la habría mencionado como puñal o espada corta.  
**) Presumiblemente por su sección triangular y no cuadrangular como la del florete.
***) De la provincia romana de Dacia a orillas del mar Negro, en parte de las actuales Moldavia y Rumania.
****) De las 72 fotocromolitografías que reproduce el autor, poco más de una veintena presentan hoja recta.

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