viernes, 13 de diciembre de 2013

Un hombre y un arma peculiares

Daga de Cuitiño. Foto de Abel A. Doménech (2005)


Por José Luis Mignelli




“No tenga miedo; párese; alce la cabeza; que una vez no más se muere: vamos.”
.
Ciriaco Cuitiño



"Nada como esa federala manera de vivir

y de morir.”
…………………………………………..
“¡Que el juicio final
te encuentre sin cuchillo!”
.
Jorge Melazza Muttoni ("Cuitiño")



Bajo los rótulos cuchillo y cuchillo de caza, la Iconografía de Rosas y de la Federación (1) reproduce dos fotografías de una misma pieza, debidas a I. Corbalán. La primera de ellas (en color), presenta una leyenda en la que se atribuye la pretérita propiedad de la misma al dictador porteño. En la segunda (en blanco y negro), se adjudica en cambio certeramente a Ciriaco Cuitiño (fines s. XVIII – 1853), quién otrora fue su verdadero dueño. El arma en cuestión se encuentra expuesta junto a otros objetos de época, en la Sala Federal del Museo Histórico Nacional. Sus características distintivas, sección de la hoja, doble filo y cruz, permiten clasificarla como pequeña daga o puñal y por ello como idóneo instrumento de ataque y defensa. Lo expuesto parece excluir finalidades meramente utilitarias y/o cinegéticas, a las que hacen referencia las denominaciones primero citadas.

Ciriaco Cuitiño. Óleo de Prilidiano Pueyrredon (1813 - 1870)


Se trata de una pieza rumbosa y bien elaborada, seguramente de origen europeo y cuyo diseño corresponde a nuestro juicio al siglo XVII. Su cabo es de marfil con sección oval y concluye en un falso pomo del mismo material con forma de capitel. Seis molduras lo atraviesan en sentido longitudinal y junto a una cruz de base rectangular y gavilanes de extremos planos vueltos en sentidos opuestos, se observa una virola de plata oval decorada con motivos rameados. La hoja con recazo (semejante a una empatilladura oval envolvente), tiene en su mayor parte contorno elíptico y filos romos, presentando las mesas tres estrechos canales. Aquellas cambian su superficie convexa original, al ensancharse en forma ascendente para rematar en una “spear point” de sección romboidal. La gotera central corre desde el recazo hasta las inmediaciones de la punta. A partir de allí, una espina con pequeñas perforaciones en el inicio de su recorrido, divide ambas mesas. Las goteras laterales - más cortas - corren entre el primero y el segundo tercio de la hoja. El cuerpo de la vaina es de cuero forrado en terciopelo verde y presenta brocal con presilla y contera, ambas en plata labrada.

Ingresó en el repositorio, por entonces bajo la dirección de su fundador y primer director Adolfo P. Carranza, con fecha 19 de Octubre de 1900 por donación de Eduardo Schiaffino *) no existiendo referencias en cuanto a documentación autenticatoria.
Abel A. Doménech la incluyó en Dagas de Plata (2) suministrando las dimensiones de la misma: largo total: 24 cm., de la hoja: 13,5 cm. (5 ¼”). Señala asimismo que el país de origen pudo ser Inglaterra o Francia y la asocia por su diseño a las antiguas dagas de misericordia.



 Fotografía en color de la daga y su vaina por I. Corbalan (1972)


¿Pudo ser esta el arma evocada por Ignacio Corsini cuando cantó?: “Tirana unitaria, me voy con Oribe / y allá en las estrellas del cielo oriental / seguiré cantando, tus ojos no teman / porque de Cuitiño te ampara el puñal.”
 
Mendocino para unos, porteño o bonaerense para otros, Ciriaco Cuitiño casó en primeras nupcias con María Miralles quién le dio cuatro hijos. **) Fueron sus padres Juan Cuitiño y Candelaria Sosa. Destacó como Teniente de las Milicias Bonaerenses y Alcalde del Partido de Quilmes entre 1818 y 1827. Durante la guerra con el Brasil, impidió al frente de sus vecinos, el desembarco de una fuerza enemiga en el Río de la Plata. Ferviente federal, fue miembro de la Sociedad Popular Restauradora y Jefe del Cuerpo de Serenos de la Policía de Buenos Aires, alcanzando en 1838 el grado de Coronel Graduado. Combatió junto a Oribe (1841), a la Liga del Norte, en la que revistaba Marco Avellaneda, señalado como instigador del asesinato del gobernador de Tucumán, el General Doctor Alejandro Heredia. ***) En camino de regreso a Buenos Aires, Cuitiño habría sufrido una irreversible parálisis en su mano derecha.
Se atribuye a Prilidiano Pueyrredon haber pintando su retrato, pero se ha discutido la verdadera identidad del retratado, en razón de la diferencia de fisonomía observada, entre el divulgado oleo que perteneció a Julio Pueyrredón y un daguerrotipo de nuestro personaje que se conservó en el Museo de Luján. (3)
 Si bien Cuitiño sobrevivió a Caseros, resultó víctima de la represión subsecuente al sitio impuesto a Buenos Aires por Hilario Lagos, al que había adherido. A consecuencia de la revolución del 11 de Septiembre, Lagos se sublevó en la Guardia de Luján poniendo sitio a Buenos Aires entre el 7 de Diciembre de 1852 y el 13 de Julio de 1853. El mismo concluyó con la defección del Comodoro Coe y la entrega de la escuadra federal a los sitiados. (4) Encarcelado y enjuiciado por esa causa, aunque formalmente (ya que se había dictado una amnistía), por presuntos crímenes cometidos durante la dictadura, Cuitiño fue condenado a muerte y rechazada su postrer apelación. La defensa estuvo a cargo del destacado abogado Marcelino Ugarte, quién finalmente fue desterrado a Montevideo por el Gobierno de Buenos Aires.

A las 9 de la mañana del 28 de Diciembre de 1853, fue fusilado junto a Leandro Antonio Alén, otro renombrado mazorquero, padre del célebre caudillo radical Leandro N. Alem y abuelo de Don Hipólito Yrigoyen. (5) La ejecución fue llevada a cabo en las inmediaciones del atrio de la Concepción y los cuerpos expuestos durante cuatro horas en una horca levantada a ese fin, en la contigua Plaza de la Independencia. (6) Preguntado sobre su última voluntad, Cuitiño pidió aguja e hilo con los que cosió su pantalón a la camisa añadiendo: “Como después de fusilados nos van a colgar, no quiero que a un federal ni muerto se le caigan los pantalones.” Poco antes había animado a su abatido compañero de infortunio, invitándolo a marchar al patíbulo con las palabras que reza el epígrafe y aquí repetimos: “No tenga miedo; párese; alce la cabeza; que una vez no más se muere: vamos.” (7)



Fotografía en blanco y negro de la daga y su vaina por I. Corbalan (1972)

  
Referencias:
 
(1) Fermín Chávez. Iconografía de Rosas y de la Federación. Nuevos Aportes. Tomo III. Editorial Oriente. Primera edición. Buenos Aires, 1972
(2) Abel A. Doménech. Dagas de Plata. El Autor. Buenos Aires, 2005
(3) José León Pagano. Prilidiano Pueyrredón. Academia Nacional de Bellas Artes. Buenos Aires, 1945.
(4) Guillermo Gallardo. La caída de Rosas y la traición de Coe. Editorial Theoría. Bs. As., s/f
(5) La grafía original del apellido fue Alén.
(6) En la intersección de la actuales Avda. Independencia y Tacuarí.
(7)Vid Cecilia González Espul. Ciriaco Cuitiño: un personaje tenebroso. Revista del I.N.I.H.J.M de Rosas, Nro. 33, Octubre/Diciembre 1993. Una tumba para Ciriaco Cuitiño. El Gran Americano. Órgano del I.I.H.J.M. de Rosas de General San Martín. Nro. 6. Noviembre de 2007. (Señala la autora que conforme a confidencias de los deudos del General Arturo Ossorio Arana, su tumba de granito negro en el cementerio de la Recoleta, se levanta en el mismo lugar que ocupaba la sepultura de Ciriaco Cuitiño.)


Llamadas:

*) Entendemos que se trata del pintor, critico de arte e historiador Eduardo Schiaffino (1838 – 1935), fundador y primer director del Museo Nacional de Bellas Artes y cuyo nombre recuerda una calle de Recoleta. Fue autor entre otras obras de La pintura y la escultura en Argentina. (Edición del autor. Buenos Aires, 1933. Impresa por Le livre libre en Paris, con fecha 2 de Enero de 1933.)
La pieza en el M.H.N. esta registrada así: “Carpeta Nro. 2891. Registro antiguo: folio 85, Nro. 762. Registro Nuevo: libro II, folio 103, Nro. 1398.
Documentos autenticatorios: No hay antecedentes.
Objeto: Puñal que perteneció al mazorquero Ciriaco Cuitiño. Medidas: largo de la hoja: 0,13 ½; del mango 0,10 ½; de la vaina: 0,14 ½ (mts.)
Descripción: Hoja de acero romboide. Con tres vaceos, filo corrido a dos mesas, último tercio triangular. Empuñadura de marfil con virola de plata y dos gavilanes de acero en cruz. Vaina de cuero forrada al exterior con terciopelo verde que lleva boquilla y contera de plata labrada.”

Expuesto: Sala Rosas

Al pie del informe se observa la firma del historiador y critico de arte Alejo B. Gonzalez Garaño (1877 – 1943), autor entre otras obras de Iconografía Argentina (Emecé Editores. Buenos Aires, 1943), miembro de la Academia Nacional de la Historia y de la de Bellas Artes. Lo acompañan con su firma Enrique A. Vidal y R. Zabala.
Un folio adicional suscripto por el Responsable del Área de Investigación, Licenciado Miguel Ruffo en Febrero de 2010, cita el trabajo de Roberto Vega Andersen: La platería en tiempos de Rosas, transcribiendo las siguientes líneas: “A la par de las producciones locales, también llegaban al ámbito bonaerense diversos objetos fabricados en los talleres europeos y acuñados en este noble metal. Así lo atestiguan los cuchillos de Rosas, de Juan Lavalle y de Ciriaco Cuitiño, todos de fabricación inglesa, preservados en el patrimonio del Museo Histórico Nacional de Buenos Aires.”
El trabajo citado forma parte del libro colectivo: Juan Manuel de Rosas y los bloqueos al Río de la Plata de Francia e Inglaterra. Arte e Historia. MLO & Partners Ediciones S.A. 1° Edición. Buenos Aires, 2008. El volumen contiene las memorias inéditas del marino y pintor francés Jules Marie Vincent de Sinety, bajo el título: Diario de Campaña en Uruguay (1/8/1838 – 2/1/1839), Martín García, El Guazú, Las Higueritas.
Respecto a la cita, debe señalarse que si bien las dos primeras piezas corresponden efectivamente y respectivamente a las marcas Moss & Gambles y Michael Hunter & Son de Sheffield, Inglaterra; en la tercera no se observan punzones o marcas de fábrica que acrediten con certeza su procedencia. No obstante, su origen inglés es posible. Harold L. Peterson en su conocida obra Daggers and Figthing Knives of the Western World. From the stone edge till 1900 (Bonanza Books. New York, 1970), en el capítulo 4to. correspondiente al siglo XVII y bajo el título English Daggers, describe detalladamente ejemplares de ese periodo, señalando características en gran parte coincidentes con la pieza que nos ocupa. Observa al respecto la existencia de cabos con falsos pomos de un mismo material, cruces rectangulares en su base provistas de gavilanes, virolas metálicas en las empuñaduras y hojas divididas en tres porciones claramente diferenciadas, la última de las cuales consiste en una punta reforzada de sección romboidal (diamond section). Señala al respecto: “The blades also were very distictive, usually being divided into three zones. The first zone comprised a squared ricasso followed by a long single – edged section for the second area and tipped by a stoutly reinforced point of thick diamond – section for the final zone” (vid plate 64). Describe por fin a estas “quillons daggers” como “well-made pieces, obviously designed for persons of wealth.” También Frederick Wilkinson ilustra y describe en Swords & Daggers (Hawthorn Books Inc. Publishers. New York, 1968), un fino y tardío ejemplar de “ballock dagger” de principios del siglo XVII, a cuya hoja define como: “multi – sectioned blade”. La misma presenta cabo de ágata, gavilanes de plata, recazo dorado grabado al agua fuerte y un sector central de la hoja que remata en una visible punta reforzada con sección romboidal (vid plate 58 left).
 
**) En una relación posterior con Ana Bustamante, tuvo otros cuatro hijos a quienes dejó en su testamento 1/5 parte de sus bienes.
 
***) “El indio” Alejandro Heredia (1788 – 1838), fue guerrero de la independencia distinguido por Belgrano, doctor en derecho y teología, joven catedrático de la Universidad de Córdoba, frecuentador de textos clásicos y maestro de latín de su protegido Juan Bautista Alberdi. (Vid: Mario Cesar Gras. El pintor Gras y la iconografía histórica sudamericana. El Ateneo. Buenos Aires, 1946)



Glosario:
 
Canal o gotera: Hendidura estrecha y profunda que surca una mesa. Al igual que el vaceo contribuye a reducir el peso de la hoja, sin alterar su resistencia.
Daga: Entre nosotros (dagas criollas) y también modernamente, el término alude en general al arma blanca de hoja estrecha y aguda destinada a herir primordialmente de punta, vaciada a dos mesas y con filos corridos al exterior e interior. Las mesas pueden estar separadas por un bisel llamado espina o lomo de anguila o por una gotera. Las hubo también en la antigüedad con hojas de uno a cuatro filos. Dice Frederick Wilkinson (OC): “By definition a dagger is essentially a weapon with tapering doublé – edged blade, whilst a kinfe has, again by definition, only one sharpened edge, but in fact it is often not easy to be precise when describing certain specimens”. Thomas, Gamber y Schedelmann por su parte, en Armi e Armature Europee ( Bramante Editrice. Milano, 1974), describen a la daga con hoja recta de doble filo y mediana longitud. A renglón seguido se ocupan de la “daghetta”, de menores proporciones que aquella y frecuentemente utilizada en los duelos.
Daga testicular (ballock dagger): Así llamada por la similitud de su arriaz con los genitales masculinos. Tuvieron su origen en el Medioevo c. 1300 y en la época victoriana se las llamó por razones pudorosas “kidney daggers”. Los estudiosos modernos le devolvieron su nombre original.
Empatilladura: Lámina metálica envolvente que recubre el recazo o bigotera de la hoja. Frecuente en armas blancas criollas: facón, daga y caronera, contribuye a fijar solidamente la hoja con el arriaz. En el caso que nos ocupa, el recazo que acompaña la sección del primer tramo de la hoja, se asemeja a una empatilladura presentando un fino rayado paralelo a la cruz. No parece posible detectar si se trata de una lámina que envuelve la hoja, o forma parte de ella, inclinándonos por lo segundo.
Gavilán (quillón): Extremo de los hierros de la cruz que se forman a uno y otro lado de la misma. Conforme a Grenón, la palabra procede del árabe colibán, que hace referencia al garfio o uña del gavilán. (Vid Pbro. Nicolás Grenón S.J.. Sables Históricos. Córdoba, 1933)
Puñal: Arma blanca muy corta, provista de filo, contrafilo y punta. Los filos pueden ser romos, al solo fin de facilitar la penetración. La palabra procede de “pugna” (pelea) así como del hecho de “caber en un puño” por su pequeño tamaño.
Puñal y daga de misericordia (o de Arzón): Armas usadas por los caballeros medievales, para dar el golpe de gracia a sus enemigos. Rafael Ocete Rubio señala en Armas Blancas en España (Grupo Editorial Tucán, 1988), que esta circunstancia es negada por algunos autores (Vgr. Florit y Rodriguez Lorente), los que sostienen que eran en realidad armas portadas por malhechores. Conforme al autor los puñales de arzón presentaban hoja de sección triangular y una saliente lateral para apoyo del dedo pulgar.
Recazo, talón o bigotera: Parte de la hoja sin vaciar, anterior al arranque del filo, en la que habitualmente se estampan punzones o marcas de fábrica.
Spear Point: Punta de una hoja vaciada a dos mesas, semejante a la moharra de una lanza.



Agradecimiento: A la Dirección del Museo Histórico Nacional y a los responsables del del Area de Documentación, por habernos permitido estudiar “in situ” la pieza y consultar el legajo correspondiente.

                                                              
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lunes, 21 de octubre de 2013

Las Espadas de Japón. Suprema Artesanía



Un samurái montado limpia cuidadosamente la hoja de su arma
British Museum, Londres.

                                                                                                  Por José Luis Mignelli      


The Swordsmith was not a mere artizian, but an inspired artist, and his workshop a sanctuary” 
                                                                                                     
Inazo Nitobe (Bushido, the soul of Japan)

  

La excelencia que desde antaño se atribuyó a la Espada Japonesa, constituye una verdad acatada por expertos de todo el orbe. Esta circunstancia obedece a la calidad del forjado, complejidad estructural por cuanto en el laminado pueden intervenir distintas clases de acero y hechura artesanal. Esta última pude ser calificada sin ambages como puramente artística. Ocupan en consecuencia un lugar de privilegio junto a la espada Toledana, cuya hoja posee un alma de hierro dulce encerrada entre dos tejas de acero y las de Damasco forjadas a partir de una torta o lingote de acero de origen indio (wootz), con alto contenido de carbono. Estas últimas luego de forjadas, ponían de relieve en sus mesas un vistoso dibujo, que sumaba estética a otras calidades mecánicas. 1)

 Las espadas japonesas pueden clasificarse en dos grandes periodos: Koto y Shinto, lo que significa vieja y nueva espada respectivamente 2), no existiendo coincidencia entre los autores acerca de cuál fecha marca la línea divisoria entre ambos. Alfred Dobrée menciona los años 1596 y 1603 D.C., en dos lugares de su obra (Japanese Sword Blades, 1905)*, señalando que la división fue realizada por el Taiko Toyotomi Hideyoshi, quién nombro a Honami Kösetsu primer experto oficial de espadas del Japón, cuyo juicio en la materia se consideró inapelable.

Conforme a su longitud y en orden decreciente, las armas blancas japonesas pueden clasificarse así: Nodachi, Tachi, Uchigatana, Katana, Wakizashi, Tanto y Aikuchi.** Este último consiste en un couteau desprovisto de tsuba o rodela. El uso combinado de una espada larga (vgr. Katana) y una corta (Wakizashi), formaban el Daisho, lo que constituía una característica distintiva de la casta de guerreros samuráis. Las rodelas de las espadas más cortas permitían complementariamente portar un pequeño cuchillo (kodzuka), y un implemento para el tocado personal (kogai), ubicado en forma opuesta. Otro cuchillo utilitario provisto de un luengo cabo angular fue el Tósu, cuyo origen se remonta c. 26 AC y del que no se conservan ejemplares originales.

Entre las espadas más antiguas, cabe mencionar al Tsurgi o Ken, a cuya hoja excepcionalmente recta y de doble filo se le atribuye origen chino. Primigenias hojas rectas fueron también las Hira-Zukuri y Kiriha-Zukuri, provistas de lomo (mune) y un solo filo (ha), corrido al exterior; diferenciándose la última por presentar un bisel longitudinal (shinogi), que recorre sus mesas, permitiendo reducir el espesor de la arista aguda optimizando el filo. Las hojas curvas surgieron a partir de los requerimientos de la caballería, necesitada de inferir golpes cortantes antes que estocadas. La curvatura puede observar distinto grado, pudiendo este acentuarse en las proximidades de la espiga (koshizori), en el centro (toriizori), o en la punta de la hoja (sakizori). Dicho grado se mide por la flecha (sori), es decir la máxima profundidad registrada entre una línea (nagasa), idealmente tendida entre el hombro y la punta de la hoja (kissaki) y el lomo de la misma. A diferencia de la clásica shinogi – zukuri provista de un bisel longitudinal y otro transversal (yokote), que delimita la punta (boshi) del resto de la hoja, la kogarasu – zukuri destaca por su diseño excepcional. Su suave curvatura, permite inferir su carácter de etapa de transición entre hojas rectas y curvas. Presenta filos corridos al interior y exterior en las proximidades de la punta y una espina recorre sus planos dividiéndolos en partes iguales. Ambas corresponden a la segunda mitad del periodo Heian, c. Siglos XI/XII. 


Tsuba o rodela - Tokyo National Museum

Una característica singular de estas armas orientales, consiste en el peculiar y eficaz método de unión de la empuñadura con la espiga (nakago), mediante la utilización de clavijas de madera, bambú o asta (mekugi). 3) También es privativo el collar metálico (habaki), ubicado junto a la rodela y cuya función consiste en mantener fuertemente apretado el arriaz, absorber el efecto de los golpes y ajustar por fricción la espada en la vaina (saya). Esta última era normalmente confeccionada en madera laqueada. Una mención especial merece el pulido de las hojas, el que demandaba varios pasos y días de trabajo, perdurando incólume por centurias. El mantenimiento de las mismas se realiza hasta hoy, mediante la aplicación de un fino polvo (uchiko), proveniente del secado de residuos obtenidos en el pulido final de una hoja, así como también con el uso de aceite de clavos o camelia.

Mientras en occidente (excepción hecha de la espada Toledana y las obtenidas por el método de soldadura), 4) el arma blanca presentará una hoja de acero maciza, que ha pasado sucesivamente por las etapas de forja, temple, revenido y pulido; los mejores especímenes de espada japonesa, ofrecerán una hoja de estructura mas o menos compleja, pero cuya característica sustancial consistirá en poseer un núcleo o corazón de hierro blando que aportará flexibilidad, recubierto por un envoltorio de acero que brindará resistencia, dureza y (mediante un tratamiento térmico especial), filo durable. Este resultado se obtenía a partir de la operación de forjado, mediante el martilleo y plegados sucesivos del material, en el contexto de una ceremonia no exenta de carácter ritual, en la que el swordsmith ataviado con vestiduras especiales iniciaba su labor con las primeras luces del alba.

Lograda la hoja, ésta era cuidadosamente revisada en busca de posibles defectos y la espiga rayada en un sentido determinado (yasuri-me o file marks), lo que permite en la actualidad y a falta de firma (mei), clasificar una pieza entre distintas escuelas de forjado.

Su característica distintiva, es sin embargo la yakiba, filo inquebrantable rico en cristales de martensita, para cuya obtención se requerían varios pasos. La hoja era primero recubierta por una mezcla compuesta de arcilla ferruginosa, arena y polvo de carbón. Cuando esta cobertura comenzaba a secar, el Kaji, provisto de una astilla de bambú afilada, realizaba en la misma un corte por espacio de media pulgada a partir del filo, en ambas mesas y en sentido longitudinal. La línea de incisión no era caprichosa, sino que obedecía a un diseño preconcebido, que opera como fuente supletoria de identificación. 5) En la zona próxima al filo y a partir de la línea de templado (hamon), la cobertura era retirada o afinada extraordinariamente. Cumplida esta etapa, la hoja era nuevamente sometida a calor intenso (800º), en contacto directo con la flama y luego sumergida en agua de templar. Como consecuencia de este último paso, la parte de la hoja desprovista de cobertura (yakiba), enfriaba rápidamente adquiriendo gran dureza. El resto enfriaba en cambio lentamente por lo que su dureza seria menor, ganando en flexibilidad. La calidad y temperatura del agua no quedaban libradas al azar, por el contrario, constituían un secreto celosamente guardado por los maestros forjadores. Entre ellos cabe mencionar a Masamune de Sagami (Siglos XIII/XIV) 6), quién expulsó a su discípulo preferido Samonji, por haber interferido en el templado de una hoja, al introducir la mano en el agua con intención de conocer su temperatura.  

Dice Dobrée (OC), que para fines del Siglo XVI, los secretos de los maestros forjadores se habían perdido, atribuyéndose los mejores trabajos a los Siglos XII, XIII y XIV. En 1876 un edicto prohibió en Japón la portación de la espada y esta artesanía cayó en un periodo de marcada decadencia. Durante el mismo, las espadas destinadas al uso militar fueron producidas en forma masiva e industrial. En 1937 se produjo un renacimiento de la espada tradicional, conociéndose este periodo como: Shin –Gunto.(7)



Referencias:


1) Investigadores de la Universidad de Dresden en Alemania, observaron con un microscopio de electrones de transmisión, una muestra de acero de Damasco. La misma presentaba nanotubos de carbono, consistentes en disposiciones cilíndricas de átomos de carbono, así como nanolaminas de cementita, ricas en hierro y carbono duro. Estas últimas brindan el patrón ondulado de bandas, al que hace referencia el texto. Vid Henry Fountain, Los legendarios sables de Damasco, un prodigio nanotecnológico (Clarín, 16/XII/2006). Sin embargo, aunque en términos comparativos, un experto francés en arte japonés (Gouse), ha señalado: “Japanese blades are incomparably the most beautiful the world has ever produced; those of Damascus and Toledo, as examples of the working and tempering of steel, appear beside them merely as the efforts of children.” (Vid A. Dobrée, OC)


2) Richard Fuller y Ron Gregory en su valioso trabajo Military Swords of Japan, 1868 – 1945, editado en 1987 por Arms & Armour Press, ofrecen una clasificación minuciosa:

Ancient Pre: 900 AD

Koto: 900 /1596

Shinto: 1596 /1800

Shin Shinto: 1800 /1868

Modern: 1868 to date


3) Las empuñaduras consisten en dos piezas de madera, encoladas y acanaladas en su interior con capacidad para contener la espiga. Están recubiertas de piel áspera de raya (samé), sobre la que se apoyan dos figuras metálicas ornamentales (menuki). El conjunto era por fin asegurado, mediante una cinta de seda dispuesta en zigzag. La empuñadura se completa con el pomo (kashira), en su extremo superior y una virola (fuchi), en el inferior. Dos láminas de cobre (seppa), separan la virola y el hombro de la hoja, de la rodela.


4) En Europa Occidental durante los primeros siglos de la era cristiana (II/IX), francos y vikingos forjaron espadas mediante el método de soldadura (Pattern-Welded Swords). Varillas de hierro dulce y otras de hierro levemente endurecido mediante caldeo, eran martilladas, soldadas y sometidas a una fuerte torsión en espiral. Con el producto resultante de esta operación se daba forma a la hoja, soldándole luego filos de acero. Etruscos, griegos y romanos también forjaron espadas que suponían una solución de compromiso entre flexibilidad y capacidad de corte, al dotarlas de un núcleo relativamente blando con filos de acero mas duro.

5) El dibujo de la yakiba permite clasificar a una pieza, entre 32 principales escuelas de forjado.


6) Las cinco grandes tradiciones en la manufactura de espadas y sus principales representantes, corresponden a las provincias de: Sagami (Kunitsuna, Masamune, Kunimitsu y Yukimitsu); Yamashiro (Munechika, Kunitomo, Yoshimitsu, Kuniyuki); Bizen (Tomonari, Masatsune, Kanehira); Yamato (Kaneuji, Amakuni) y Mino (Kanesada, Kanemoto, Yoshiada, Kaneyoshi). Vid Kanzan Sató. The Japanese Sword. Kodansha International Ltd. and Shibundo. Tokyo, New York and San Francisco, 1986.


7) Literalmente: “Nueva espada militar” basada en la espada tradicional. La voz proviene de shin: nuevo y gunto: espada militar.
 

Llamadas:
 

*) Existe edición moderna: Alfred Dobrée. Japanese Sword Blades. Arms and Armour Press and George Shumway Publisher. London, 1967.


**) Las vainas pueden presentar anillas de sujeción que permiten, mediante un cordón, colgarlas de la cintura con el filo hacia abajo (vgr. Tachi), o una traba de sujeción, a fin de portarlas en la cintura en posición cuasi - horizontal y con el filo hacia arriba. (vgr. Katana y Wakizashi)

Nota: La primera versión de este artículo fue publicada en Gente BOT Baires. Boletín Informativo de The Bank of Tokyo, Ltd., Sucursal Buenos Aires. Año III, Nro. 10, correspondiente a  Marzo de 1991.


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domingo, 8 de septiembre de 2013

La daga de Juan Moreira.

 El autor aporta datos que aclaran información volcada por una museóloga, en un artículo publicado en un boletín de la AACAM.


                                                                                                    por José Luis Mignelli


“siendo la misma que le regalara Adolfo Alsina”
Eduardo Gutiérrez (Juan Moreira)


Comenzaremos afirmando que el trabajo de la museóloga Marta Beatriz Eiroa, nos parece valioso. No obstante, creemos que de su lectura surgen afirmaciones e interrogantes, que merecen ser analizados e indagados en profundidad.

I) Damos (en principio) por válidas, las dimensiones, peso y otras características del arma, tomadas “in situ” por la autora, las que se contradicen con las contenidas en el Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez. Sin embargo, una importante obra citada en la bibliografía: “Esgrima Criolla” de Mario López Osornio 1), contiene una descripción de la daga no reproducida en el artículo, que viene a oficiar de tercero en discordia. En efecto, dice López Osornio que: “La daga de Juan Moreira mide ochenta y cuatro cm. de largo contando la empuñadura. Su hoja, únicamente tiene setenta y tres y cuatro cm. de ancho en la parte de su inserción en el cabo. Pesa alrededor de setecientos veinte gramos y le fue regalada al paisano por don Adolfo Alsina. Su gavilán había sido primitivamente en forma de “ese” pero su dueño lo hizo corregir, dándole la de media luna o “u.””(Sic). Esta descripción permite concluir que la empuñadura debería medir unos once centímetros.

¿Tuvo López Osornio la oportunidad de observar personalmente la daga, pesarla y efectuar las mediciones correspondientes? No lo sabemos y en caso de no haberlo hecho, tampoco  menciona  su fuente de referencia. Con excepción de la longitud de la hoja y el peso,  la descripción es semejante a la efectuada por el propio Gutiérrez.


 Daga de Juan Moreira

II) No encontramos fundamento a la afirmación de que la hoja es “de acero toledano” (Sic), toda vez que del examen resultó que no se encontró en los gavilanes y en la cruz punzones o marcas de fábrica. Recordemos que las espadas de la Fábrica de Toledo, poseían un alma de hierro dulce encerrada entre dos tejas de acero, lo que les confería gran flexibilidad. No obstante, no era este el procedimiento empleado con las armas blancas cortas del mismo origen, las que se fabricaban totalmente en acero. ¿Fue la daga de Moreira realizada a partir de una espada de Toledo, en desuso o quebrada? Un examen del ejemplar podría revelarlo. En general, las armas obtenidas de restos de otras (canibalización),  presentan indicios que pueden orientarnos acerca de su origen.  Así, un vaceo que llegue hasta la punta de la hoja o que comience en la cruz, puede ser ilustrativo al respecto. La empatilladura que suelen presentar el facón y la daga, pueden dificultar parcialmente la observación. 2) La expresión “temple toledano” utilizada por Gutiérrez (OC), para destacar la excelencia de la hoja, es meramente literaria y al solo efecto comparativo.

III) Aporta confusión adicional, la equiparación de la daga con el facón, surgida de una interpretación extensiva del parte policial del 2 de Mayo de 1874, que la menciona bajo la última denominación. López Osornio (OC), dice de la daga criolla que “sus filos fueron infaliblemente dos, a  derecha y a  izquierda” (Sic). En el mismo sentido y en lo que hace al ámbito del Río de la Plata, parecen en principio contestes otros autores que han abordado el tema. Entre ellos: Grenón, Salas, Oberti y Domenech. 3)

La descripción primigenia del arma hecha por la autora 4), no aclara la situación ya que si bien afirma que “el filo no esta definido”, puede presumirse que necesariamente deberá tratarse de una hoja vaciada a una o más mesas. En el primer supuesto, tendrá que presentar lomo corrido al interior y debería ser (a nuestro juicio), inequívocamente clasificada como facón. En efecto, éste se caracteriza por poseer: empatilladura, lomo,  filo, mesas (planos de la hoja) y punta. Como la mayor parte de las armas blancas, puede observarse en el último tercio de la hoja un breve contrafilo o dos chaflanes 5), para facilitar la penetración. Cuando proceden de restos de sables o espadas pueden presentar un vaceo. 6) Siempre se consideró al facón “arma de pelea” y en principio no apto para tareas rurales.

Así, nuestro José Hernández dice en “Instrucción del Estanciero”: “A los peones no se les debe permitir facón, porque no sirve para el trabajo. Deben usar cuchillo y siempre bien afilado.” (Sic)


Detalle de la empuñadura

IV) Resulta difícil abordar el estudio de las armas utilizadas por los paisanos, sin hacer referencia a la circunstancia histórica en que sus vidas se desenvolvieron. El entorno hostil, la precariedad y escasez (casi absoluta para su nivel socio-económico), de armas de fuego con las que enfrentar indios, fieras y eventualmente ejercer su defensa o “lavar una afrenta”, solo le permitieron recurrir al arma blanca como único medio de ataque y defensa. La escasez de hierro y acero para realizarlas, hizo frecuente el uso de limas y otras herramientas en desuso, así como restos de armas de mayor longitud, que transitaron un proceso constante de transformación, en el que poco o nada resultaba desechable.   El resto del esfuerzo fue cubierto por la pericia de plateros y sogueros que se ocuparon de montarlas y en el coraje de los que las empuñaron y esgrimieron con variada destreza. De esto último dan cuenta expresiones populares como “vistear, canchar y aligerar” (práctica o sport que se transmitió de generación en generación), así como varias páginas de nuestra literatura gauchesca. Las utilizadas por el criollo pueden ser clasificadas en dos categorías.  Aquellas que revistieron el carácter de arma- instrumento: cuchillo, cuchilla, fachinera y verijero y las puramente ofensivas y/o defensivas: puñal, facón, daga, estoque y caronero.  Martín Fierro, pone  toda su confianza en el facón, al caracterizarlo como “este que no yerra el fuego”, verso que alude a disparos fallidos en armas de chispa y percusión. El mismo Moreira en el relato de Gutiérrez (OC), resulta víctima de esa circunstancia, cuando al disparar uno de sus trabucos “no dio fuego” por haberse caído el fulminante.

V) En su número 105 del año VIII, correspondiente a Junio de 1998, la revista Magnum publicó un extenso artículo debido a la pluma de Marcelo Francini, en el que se relatan las vicisitudes sufridas por Moreira, hasta su dramática muerte acaecida en La Estrella de Lobos, en las primeras horas de la tarde del 30 de Abril de 1874. El trabajo citado permitiría inferir,  en coincidencia con el parte policial del 2 de mayo de ese año, que el arma a la que Gutiérrez dedicó el último capítulo de su folletín, debiera ser indefectiblemente clasificada como facón.


Referencias:


1)       “Esgrima Criolla. Cuchillo, Rebenque, Poncho y Chuza” de Mario A. (Aníbal del Carmen) López Osornio. Primera Edición. El Ateneo. Buenos Aires, 1942. Existe una segunda edición.  Nuevo Siglo. Buenos Aires, 1995. Esta última (citada por la autora), carece del material fotográfico de la primera, aunque ofrece un interesante prólogo con información bibliográfica y literaria sobre el  autor, debido a la pluma de la Licenciada Silvia García.

2)       Empatilladura: Lámina metálica envolvente que soldada a la cruz, ocupa el recazo o bigotera de la hoja. No parece exclusiva de la cuchillería criolla y contribuye a fijar sólidamente la hoja con el arriaz. Armando Frezze en “El puñal salteño. Sus orígenes y sus características”, reproduce la fotografía de una pieza en la cual la empatilladura está unida por medio de dos remaches a la hoja. La espada japonesa posee un anillo metálico (habaki), pero su función específica consiste entre otras, en ajustar el arma en la vaina. (saya)

3)       Tito Saubidet (“Vocabulario y refranero criollo”), sostiene que también el facón puede tener doble filo, estableciendo la diferencia con la daga, en la mayor longitud y anchura de la hoja de aquel con relación a la de esta última, a la que describe además: “sin ese ni media luna”. Conforme a esta opinión, la daga de Moreira, debería clasificarse por sus generosas dimensiones y gavilán (en forma de  herradura), como facón.

4)       La observación del arma realizada por la autora revela que: “La empuñadura es de plata labrada con motivo de hojas” y “los gavilanes tienen forma de U”. En cuanto a las dimensiones son las que siguen: “empuñadura: 15 cm., hoja: 68,5 cm., gavilán: 15 cm. y peso: 740 grs.” No se menciona si el cabo de plata fue grabado, cincelado o repujado. El arma se encuentra en el hoy controvertido hogar natal  del fundador del Partido Justicialista en Lobos, donde funciona el Museo y Biblioteca Juan Domingo Perón de la ciudad de Lobos, Pcia. de Buenos Aires. Señala la autora que se tomaron fotos, pero no fueron reproducidas en el artículo publicado en el Boletín Nro. 136 de la AACAM (Asociación Argentina de Coleccionistas de Armas y Municiones), correspondiente a Agosto de 1999. No sabemos si la hoja se midió incluyendo la empatilladura que envuelve sus primeros centímetros. De no haberse incluido, ello explicaría la diferencia de longitud observada, respecto a la mencionada por López Osornio (OC). De hecho le adjudica a Gutiérrez (OC), dar un peso de 25 onzas a la daga, cuando este solo se refiere (al parecer erróneamente) al peso de la empuñadura. Las medidas de la daga según Eduardo Gutiérrez son: largo total: 84 cm., ancho máximo de la hoja: 4 cm. y largo de la hoja: 63 cm. La última dimensión obedece a nuestro juicio a un error en la mensura, o de imprenta, repetido en sucesivas ediciones. Esta interpretación (junto a la presunta no inclusión de la empatilladura en la medición de Eiroa), permitiría explicar la diferencia de longitud de la hoja que se registra entre los tres autores.

5)       Chaflán: Cara que resulta en un sólido, al cortar con un plano un ángulo diedro.

6)       Vaceo: Canal que presentan las hojas de algunas armas blancas. Tiene por objeto reducir el peso sin alterar y aún incrementar su resistencia.
   
Cuadro comparativo de medidas.
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         Gutiérrez                                      López Osornio                         Eiroa
         Largo total: 84 cm.                      Largo total: 84 cm.                  Largo total: 83,5 cm.?
         Empuñadura: 21 cm.?                 Empuñadura: 11 cm.?             Empuñadura: 15 cm.
         Hoja: 63 cm.                                Hoja: 73 cm.                            Hoja: 68,5 cm.
         Peso del puño: 25 onzas              Peso: 720 grs.                          Peso: 740 grs.
            (717,50 grs.)                                            Gavilanes: 15 cm.
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 Se ha insertado un signo de interrogación, cuando la medida se obtiene por diferencia. Una onza española equivale a 28,7 gramos.


Nota: Publicado en la Revista Magnum de Buenos Aires en su número 136 del año XI, correspondiente al mes de Enero de 2001.
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